miércoles, 26 de junio de 2024

PALABRAS DEL SALVADOR TOCANTES AL JUICIO FINAL - La Ciudad de Dios

 1. El Salvador mismo, reprendiendo la incredulidad de las ciudades en que había obrado grandes maravillas y anteponiendo a ellas ciudades extrañas, dice: Dígoos que Tiro y Sidón serán tratadas con menor rigor que vosotras en el día del juicio. 

Y poco después a otra ciudad: En verdad te digo que el día del juicio Sodoma será castigada con menos rigor que tú. Aquí muestra clarísimamente que el día del juicio ha de venir. Y en otro lugar dice: Los naturales de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta raza de hombres y la condenarán, por cuanto ellos hicieron penitencia a la predicación de Jonás. 

Y, con todo, el que está aquí es más que Jonás. La reina del mediodía hará de acusadora en el día del juicio contra esta raza de hombres y la condenará, ya que vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón. Y, con todo, aquí tenéis quien es más que Salomón. Este pasaje nos enseña dos verdades: que el juicio vendrá y que vendrá acompañado de la resurrección de los muertos. Porque, hablando de los ninivitas y de la reina del mediodía, hablaba indudablemente de los muertos, de los que predijo que habían de resucitar en el día del juicio. Y no dijo que la condenarán porque la juzgarán sino porque, en comparación de ellos, éstos merecerán ser condenados.

2. Asimismo, en otro pasaje, hablando de la presente convivencia de buenos y malos y de la separación futura que tendrá lugar el día del juicio, se sirve de la parábola del campo sembrado de buen trigo, al que se. añade la cizaña. Y al exponerla a sus discípulos les dice: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre. El campo es el mundo. La buena simiente son los hijos del reino. La cizaña, los hijos del maligno. El enemigo ¡que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo. Los segadores son los ángeles. Y así como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al fin del mundo: enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y quitarán de su reino todo escándalo y a cuantos obran la maldad. Y los arrojarán en el horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes. Al mismo tiempo, los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. En realidad, aquí no nombra el juicio ni el día del juicio, pero lo expresa mucho más claramente con los hechos, y predice que vendrá al fin de los siglos.

3. Y dirigiéndose a sus discípulos: En verdad os digo que vosotros, que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se sentare en el solio de su majestad, os sentaréis también vosotros sobre doce sillas y juzgaréis a las doce tribus de Israel. Esto indica que Jesús juzgará con sus discípulos. Por eso en otra parte dijo a los judíos: Si yo lanzo los demonios en nombre de Iielzebub, vuestros hijos ¿en qué nombre los echan? Ellos serán, por ende, vuestros jueces. No debemos creer que, como habla de doce tronos, juzgarán con él sólo doce hombres. El número doce expresa la totalidad de los que juzgarán con él, porque el número siete denota ordinariamente totalidad, y sus dos partes, o sea, el tres y el cuatro, multiplicadas, dan doce. En efecto, tres veces cuatro y cuatro veces tres suman doce, sin acudir a otras razones que hagan al caso. Además, como leemos que en lugar del traidor Judas fué ordenado el apóstol San Matías, San Pablo, que trabajó más que todos los demás, no tendría ya trono en que sentarse, Y él mismo da a entender que pertenece, con otros santos, al número de los jueces, cuando dice: ¿No sabéis que hemos de ser jueces hasta de los ángeles? El mismo problema se presenta con el número doce respecto a los que deben ser juzgados. No porque se dijo: Y juzgaréis a las doce tribus de Israel, la tribu de Leví, que hace el número trece, no será juzgada, o juzgarán solamente a ese pueblo y no a las demás naciones. Con la palabra regeneración quiso, sin duda, manifestar la resurrección de los muertos. Nuestra carne será regenerada por la incorrupción, como lo es nuestra alma por la fe. 

4. Paso por alto muchos textos que parecen aludir al juicio final, pero que, considerados con cierto escrúpulo, aparecer» ambiguos o relativos a otro punto. Este puede ser, bien la venida del Salvador que tiene lugar todos los días en su Iglesia, es decir, en sus miembros, en los que se manifiesta parcialmente y poco a poco, porque toda ella es su cuerpo; bien la destrucción de la Jerusalén terrena. De ésta habla con frecuencia y parece tratar del fin del mundo y del újtimo día del juicio. 

Así es casi imposible entender esos pasajes sin hacer una esmerada comparación de textos de los tres evangelistas San Mateo, San Marcos y San Lucas. Unas cosas, el uno las dice con más obscuridad y el otro más claramente, y así, parangonadas unas con otras, se descubre con claridad el pensamiento sobre este punto. Esto mismo me propuse hacer en una carta dirigida a Hesiquio, de feliz memoria, obispo de Salona, carta que llevaba por título Del fin del mundo.

5. Voy, pues, a abordar el pasaje del Evangelio de San Mateo en que se habla de la separación de los buenos y de los malos, que se realizará en el último juicio de Cristo. Cuando venga el Hijo del hombre con toda su majestad y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de su gloria. Y hará comparecer delante de él a todas las naciones y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, poniendo las ovejas a la derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha:

Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado desde el principio del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedasteis. Estando desnudo, me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; encarcelado, y vinisteis a  verme. A lo cual los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te hallamos de peregrino y te hospedamos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a visitarte? Y el Rey, en respuesta, les dirá: En verdad os digo que siempre que lo hicisteis con alguno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis. Al mismo tiempo dirá a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fué destinado para el diablo y sus ángeles. Luego recuerda a éstos las obras que no hicieron y que alabó en los de la derecha. Y al preguntarle cuándo lo habían visto en tal necesidad, les respondió que lo que no hicieron a sus pequeñuelos no lo hicieron a él. Y como colofón añadió: Por eso éstos irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna. El evangelista San Juan dice claramente que Cristo fijó el juicio a la hora en que resucitarán los muertos. Después de haber dicho que el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar lo dio al Hijo, con el fin de que. todos honren al Hijo como honran al Padre, pues quien no honra al Hijo no honra tampoco al Padre, que lo envió, añade: En verdad, en verdad os digo que quien escucha mi palabra y cree a aquel que me ha enviado, posee la vida eterna y no vendrá en juicio, sino que pasará de la muerte a la vida. He aquí que asegura que sus fieles no vendrán en juicio. ¿Cómo, pues, serán separados de los malos por el juicio y estarán a su derecha, si no  se toma aquí juicio por condenación? En efecto, no incurrirán en tal juicio los que escuchan su palabra y creen en Aquel que le ha enviado.

Libro XX, capítulo V, La Ciudad de Dios, San Agustín.


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