miércoles, 26 de junio de 2024

DOS CLASES DE RESURRECCIÓN - La Ciudad de Dios

 

1. Y prosigue diciendo: En verdad, en verdad os digo que viene el tiempo, y estamos ya en él, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen revivirán. Porque, así como el Padre tiene en sí mismo la vida, así ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo. Como se ve, no habla de la resurrección segunda, o sea, de los cuerpos, que arribará al fin, sino de la primera, que se obra ahora. Para distinguirla de la otra, dijo: Viene el tiempo, y estamos ya en él. Esta resurrección no atañe a los cuerpos, sino a las almas. Las almas tienen también su muerte, que consiste en la impiedad y en el pecado. Según esta muerte, están muertos aquellos de quienes dijo el mismo Señor: Dejad a los muertos que entierren a sus muertos, es decir, dejad que los muertos del alma entierren a los muertos del cuerpo. En pro de estos muertos que la iniquidad y la impiedad hacen morir en el alma, dice: Viene el tiempo, y estamos ya en él, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen revivirán. Los que la escucharen, es decir, los que le obedecieren, los que creyeren en él y perseveraren hasta el fin. Aquí no hace distinción entre los buenos y los malos. A todos es bueno oír su voz y vivir, pasando de la muerte de la impiedad a la vida de la piedad. De esta muerte escribe el  apóstol San Pablo en estos términos: Luego iodos nutrieron, y Cristo murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Todos, pues, sin excepción, han muerto por el pecado, sea por el pecado original, sea por los actuales, añadidos por ignorancia o por malicia. Y el único vivo, es decir, el único exento de pecado, murió por los muertos, a fin de que los que viven por haberles sido remitidos sus pecados no vivan ya para sí, sino para Aquel que murió por todos a causa de nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Y, además, con el fin de que, creyendo en Aquel que justifica al impío y siendo justificados de la impiedad, como los muertos, que resucitan, podamos pertenecen a la primera resurrección, que se actúa ahora. A esta primera pertenecen únicamente los que serán eternamente bienaventurados, y a la segunda, de la cual hablaré en seguida, pertenecen, según el Apóstol, tanto los buenos como los malos. Esta es de misericordia, y aquélla, de juicio. Por este motivo canta un salmo: Cantaré, Señor, tu misericordia y tu juicio. 

2. De este juicio añadió a renglón seguido: Y le ha dado la potestad de juzgar porque es el Hijo del hombre. Esto prueba que vendrá a juzgar en la misma carne en que vino a ser juzgado. A este fin dijo: Porque es el Hijo del hombre. Y luego agrega a propósito de lo tratado: No os admiréis de esto, porque vendrá el tiempo en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz. Y saldrán los que hicieron buenas obras a resucitar para la vida, y los que obraron mal, a resucitar para el juicio. Este es el juicio con el que poco antes, como ahora, designó la condenación en estos términos: Quien escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene la vida eterna y no incurrirá en juicio, sino que pasará de la muerte a la vida. Esto significa que perteneciendo a la primera resurrección, por la que se pasa de la muerte a la vida, no se incurrirá en la condenación, designada con el nombre de juicio. Así, en este lugar: Y los que obraron mal, resucitarán para el juicio, o sea, para ser condenados. El que no quiera, pues, ser condenado en la segunda resurrección, resucite en la primera. Porque vendrá tiempo, y estamos ya en él, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen revivirán, es decir, no caerán en la condenación, llamada también muerte segunda. En esta muerte, después de la segunda resurrección, que será de los cuerpos, serán precipitados los que no resuciten en la primera, que es de las almas. Vendrá, pues, tiempo (aquí añade: Y estamos ya en él, porque será al fin del mundo, o sea en el último y tremendo juicio de Dios) en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán. Aquí no dice como en la primera: Y los que la escucharen revivirán, pues que no todos vivirán con esa vida, que merece tal nombré por ser feliz. La verdad es que no podrían oírla sin cierta vida, ni salir de los sepulcros al resucitar el cuerpo. El porqué de que no vivirán lodos se da en lo que sigue: Los que hicie ron obras buenas saldrán a resucitar para la vida. He aquí los que vivirán. Y los que obraron mal, a resucitar para el juicio. He aquí los que no vivirán, porque morirán con la muerte sefruncía. Oblaron mal porque vivieron mal, y vivieron mal porque no resucitaron en la primera resurrección, que se opera ahora en las almas, o no perseveraron hasta el fin en el propósito de su resurrección.  Como son dos las regeneraciones, de las cuales ya he hablado más arriba, una según la fe, que se obra ahora por el bautismo, y otra según la carne, que se obrará en el juicio final, cuando la carne se torne incorruptible e inmortal, así son dos las resurrecciones. La primera, que se actúa ahora, es la de las almas, y no permite incurrir en la muerte segunda. Y la segunda, que vendrá al fin del mundo, no es de las almas, sino de los cuerpos. Ella enviará, por efecto del último juicio, a unos a la muerte segunda y a otros a la vida inmortal.

Libro XX, capítulo VI, La Ciudad de Dios, San Agustín.

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