sábado, 15 de junio de 2024

LA PROFECÍA DE AGEO Y SU CUMPLIMIENTO EN LA IGLESIA - La Ciudad de Dios


Esta casa de Dios es de mayor gloria que la primera, construida de madera, de piedras preciosas y recubierta de oro. La profecía de Ageo no ha sido cumplida en la restauración del templo, pues desde la restauración tuvo su mayor época de esplendor en tiempo de Salomón. Más aún, puede decirse que su gloria menguó con el cese de las profecías, y luego, por los diversos estragos que sufrieron los judíos hasta su destrucción, llevada a cabo por los romanos, como ya hemos apuntado. En cambio, esta casa, que pertenece al Nuevo Testamento, es tanto más gloriosa cuanto mejores son las piedras que la componen, esas piedras vivas por la fe y la renovación. Ha sido figurada por la restauración del templo porque, en lenguaje profético, esa renovación significa el Nuevo Testamento. En estas palabras de Dios por el profeta: Yo daré la paz a este lugar, debe entenderse por el lugar que significa, el lugar significado por él. Y así como ese lugar restaurado es figura de la Iglesia, que había de ser edificada por Cristo, esas palabras tienen el siguiente sentido: Y estableceré la paz en el lugar que figura. 

En efecto, todas las cosas figurativas parecen representar, en cierta manera, las cosas figuradas. A este tenor dice el Apóstol:

Y la piedra era Cristo, porque la piedra de que hablaba era figura de Cristo. La gloria de esta casa del Nuevo Testamento es, pues, mayor que la del Antiguo, y aparecerá tal cuando se haga la dedicación. Entonces vendrá el Deseado de las naciones, como se lee en el hebreo, porque su primera venida no podía ser deseada por todas las naciones, pues no conocían a quién habían de desear y aún no habían creído en él. Y entonces, según los Setenta (porque también su sentido es profético), vendrán los que ha escogido el Señor de todas las naciones. 

Entonces vendrán únicamente los elegidos, de los cuales dice el Apóstol: Nos has elegido en él antes de la creación del mundo. El gran Arquitecto, que dijo: Muchos son los llamados y pocos los elegidos, sabía muy bien que el edificio de esta casa, que no vería en adelante la ruina, no lo formarían los llamados, que merecieron ser despedidos, sino solamente los elegidos. Mas mientras ahora estos que separará el aventalle, como el grano de la paja en la era, llenan las iglesias, la gloria de esta casa no aparece tan grande como aparecerá cuando cada cual donde esté, estará siempre.


Libro XVIII, capítulo XLVIII, La Ciudad de Dios, San Agustín

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