sábado, 29 de junio de 2024

¿ CUÁLES SON LOS MUERTOS PRESENTADOS POR EL MAR Y CUÁLES LOS ENTREGADOS POR LA MUERTE Y POR EL INFIERNO?

 Mas ¿quiénes son los muertos que presentó el mar y que él tenía en su seno? Porque ni los que mueren en el mar escapan al infierno, ni el mar conserva sus cuerpos, ni—lo que es más absurdo—el mar tenía a los buenos y el infierno a los malos. 

¿Quién creerá esto? Tal vez no vayan descarriados los que estiman que en este pasaje el mar hace las veces del mundo. El Apóstol, al decir que aquellos que Cristo hallará con vida serán juzgados con los que han de resucitar, llama también muertos, tanto a los buenos, a quienes dirige estas palabras:

Muertos estáis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios, como a los malos, de quienes se dijo: Dejad a los muertos que entierren a sus muertos. Además pueden llamarse muertos porque sus cuerpos son mortales. Este es el motivo de aquello del Apóstol: El cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive en virtud de la justificación. Lo cual prueba que en un hombre viviente y todavía corpóreo existen estas dos cosas: un cuerpo muerto y un espíritu vital. Y, sin embargo, no dice el cuerpo mortal, sino el cuerpo muerto, aunque poco más adelante los llame, como es más corriente, cuerpos mortales. El mar presentó los muertos que estaban en él, es decir, el mundo presentó a los hombres que existían en él, porque aún no habían muerto.

Y la muerte y el infierno—añade—entregaron los suyos. El mar los presentó, porque se presentaron tal como fueron hallados, y la muerte y el infierno los entregaron, porque los volvieron a la vida, de la que ya habían salido. Y no bastó decir la muerte o el infierno por separado, sino que dijo la muerte y el infierno por los buenos, que la han sufrido sin ir al infierno, y el infierno por los malos, que además pagan las penas que merecen en él. Si, pues, no parece absurdo creer que los antiguos santos que tuvieron fe en la encarnación de Cristo, han estado después de la muerte en lugares muy alejados de aquellos en que son atormentados los impíos, pero cabe los infiernos, hasta que fueron librados por la sangre de Cristo y por la visita que Él les hizo [23] , indudablemente los redimidos por la efusión de esa sangre no van a los infiernos hasta que, tomando sus cuerpos, reciban el galardón merecido. 

Y cuando dice: Y fué juzgado cada cual según sus obras, añadió en pocas palabras cómo fué ese juicio: Y la bestia y el falso profeta fueron lanzados a un estanque de fuego.  Con estos dos nombres designó al diablo, que es el autor de la muerte y de las penas del infierno, y con él toda la sociedad de los demonios. Ya había adelantado esto: Y el diablo, que los traía engañados, fué precipitado en un estanque de fuego y azufre. Y lo que allí se expresó obscuramente: Donde también lo fueron la bestia y el falso profeta, aquí se aclaró en estos términos: Y los que no fueron hallados escritos en el libro de la vida, fueron arrojados en un estanque de fuego. Este libro no menciona a Dios, por temor a engañarse por  olvido. Significa simplemente la predestinación de aquellos a quienes se dará la vida eterna. No es que Dios no los conozca y lea ese libro para conocerlos, sino más bien es que su presciencia infalible es el libro de la vida, en el que están escritos, es decir, conocidos desde antes.

Libro XX, capítulo XVI, La Ciudad de Dios, San Agustín. 

[23] Es el lugar que nosotros hoy llamamos limbo de los justos o seno de Abrahán. Agustín aún no tenía ideas claras sobre este punto, todavía hoy insoluble para la teología católica. Además, el limbo de los niños San Agustín lo niega en absoluto, pues no admite medio entre el cielo o el infierno.


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