domingo, 21 de julio de 2024

Sexta y última opinión - La Ciudad de Dios

 He topado también con otros convencidos de que el suplicio eterno está destinado únicamente a aquellos que descuidan redimir sus pecados por las limosnas, según aquello del apóstol Santiago: Aguarda un juicio sin misericordia al que no usó de misericordia. Luego el que usó—deducen ellos—, aunque no mejore sus costumbres, y lleve entre limosnas una vida perdida y desarreglada, será juzgado con misericordia. Y o no será castigado con la condenación, o después de un tiempo breve o largo será librado de la misma. Por eso—añaden—el Juez de vivos y muertos no quiso recordar más que las limosnas hechas u omitidas, tanto a los de la derecha, a quienes dará la vida eterna, como a los de la izquierda, a quienes condenará al suplicio eterno. A esto alude, según ellos, la petición diaria de la oración dominical: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Hacer limosna es perdonar pVs ofensas al que falta contra uno. El Señor mismo puso esto tan de relieve, que llegó a decir: Si perdonáis a los Hombres sus faltas, también vuestro Padre celestial os perdonará vuestras faltas. Pero, si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre, que está en los cielos, os perdonará a vosotros. A este género de limosna se refieren también las palabras citadas del apóstol Santiago: quien no haga misericordia será juzgado sin misericordia.

El Señor no ha distinguido—agregan—entre pecados graves y leves, sino que se limitó a decir: Vuestro Padre os perdonará vuestros pecados si vosotros perdonáis a los hombres. Así, por perdida que sea la vida de un pecador hasta la muerte, estiman que sus pecados, cualesquiera y cuantosquiera que sean, !e serán perdonados a diario en virtud de esa oración recitada diariamente, si se acordare de perdonar de corazón las ofensas a quien le pida perdón. 

Una vez que haya respondido a todos estos pareceres, con la ayuda de Dios, daré fin a este libro.

Libro XXI, capítulo XXII, La Ciudad de Dios, San Agustín

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