martes, 14 de mayo de 2024

OBEDIENCIA Y FE DE ABRAHÁN -La Ciudad de Dios. San Agustín


OBEDIENCIA Y FE DE ABRAHÁN. MUERTE DE SARRA


"Entre esta serie de acontecimientos, cuyo recuento sería asaz largo, hay uno notable, la tentación de Abrahán, a quien se exigía inmolar a su queridísimo hijo Isaac para probar su piadosa obediencia y darla a conocer a los hombres, no a Dios. Porque no toda tentación es reprobable, puesto que a la que sirve de prueba a la virtud debe dársele la bienvenida. En la mayoría de los casos es este el único medio de conocerse el hombre a sí mismo, el tantear sus fuerzas, no de palabra, sino por la experiencia, respondiendo a esa especie de pregunta que es la tentación. Si en ella el hombre reconoce la mano de Dios, entonces es piadoso, entonces se afianza con la firmeza de la gracia, no se hincha con la inanidad de la jactancia. Abrahán nunca creyó que Dios se deleitaba en víctimas humanas, pero la voz del precepto divino se debe obedecer y no discutir. Sin embargo, Abrahán merece encomio, porque creyó que el hijo, una vez inmolado, había de resucitar, y fundaba su creencia en que Dios le había dicho cuando él se negaba a cumplir el querer de su esposa de arrojar de casa a la esclava y a su hijo: 

En Isaac será llamada tu descendencia. Y a renglón seguido se dice: Bien que al hijo de la esclava yo le haré padre de un pueblo grande, por ser sangre tuya. ¿Cómo, pues, dijo: En Isaac será llamada tu descendencia, si Dios dice de Ismael tanto? El Apóstol, exponiendo el significado, de estas palabras:

En Isaac será llamada tu descendencia, escribe: Esto significa que no son los hijos de la carne hijos de Dios, sino los hijos de la promesa, esos son los descendientes de Abrahán. Y eso, con el fin de que los hijos de la promesa sean descendencia de Abrahán, son llamados en Isaac, es decir, son reunidos en Cristo por la llamada de la gracia. El santo patriarca, fortalecido por la fe de esta promesa y consciente de que debía eum plirse en aquel a quien Dios mandaba dar muerte, no dudó que Dios, que pudo dárselo contra toda esperanza, podía devolver selo una vez sacrificado. Así lo entendió, y así lo explica el autor de la Epístola a los Hebreos: Por la fe brilló Abrahán al ser tentado en Isaac, pues él, que había recibido las promesa y se le había dicho: En Isaac será llamada tu descendencia ofreció a su hijo único, mas estaba interiormente convencido de que Dios podía resucitarle de entre los muertos. Así añade: Por eso lo recibió también en figura de otro. ¿En figura de quién sino de aquel de quien dice el mismo Apóstol: El que no per.donó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros? 

Esta es la razón de que llevara Isaac la leña sobre la cual había de ser colocado al lugar del sacrificio, como el Señor llevó su cruz. En fin, puesto que se impidió al padre dar el golpe mortal a Isaac, que no estaba destinado a la muerte, ¿a quién figuraba aquel cordero, cuya sangre simbólica, una vez inmolado, completó el sacrificio? Es de notar que, cuando Abrahán lo vio, estaba prendido por sus cuernos en un matorral.

¿A quién figuraba, pues, sino a Jesús, coronado de las espinas de los judíos antes de ser inmolado?

Escuchemos más bien las palabras de Dios por boca del ángel. Abrahán extendió su mano, dice la Escritura, para tomar el cuchillo y matar a su hijo. Pero el ángel del Señor gritó desde el cielo y le dijo: ¡Abrahán! Heme aquí, le replicó, etc. No extiendas tu mano sobre el muchacho—prosiguió el ángel—, ni le hagas daño alguno, pues ahora me doy cuenta de que temes a Dios, y no has perdonado a tu hijo amado por amor de mí.  Ahora me he dado cuenta equivale a decir: Ahora te he hecho caer en la cuenta, porque Dios no ignoraba eso. Después, una vez sacrificado el cordero en lugar de Isaac, su hijo, llamó Abrahán a este lugar, según el texto, el Señor ha visto. Y aún hoy se dice: El Señor se apareció en la  montaña. Semejante a esta expresión: Ahora me he dado cuenta, usada en lugar de esta otra: Ahora te he hecho caer en la cuenta, es ésta: El Señor ha visto, en lugar de esta otra: El Señor se apareció, es decir, ha hecho que le viese. Y el ángel del Señor llamó por segunda vez desde el cielo a Abrahán, diciendo: He jurado por mí mismo, dice el Señor, en vista de que has cumplido mi pala bra, no perdonando a tu hijo amado por amor de mí; yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Y tu posteridad poseerá en herencia las ciudades de sus enemigos, y en tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, porque prestaste oídos a mi voz. De esta forma, después del holocausto, figura de Cristo, confirmó Dios con juramento la promesa de la vocación de los gentiles en la descendencia de Abrahán. Lo había ya  prometido muchas veces, pero nunca lo había jurado. ¿Qué es el juramento del Dios veraz y verdadero sino una confirmación de sus promesas y un reproche lanzado a los incrédulos?

Después murió Sarra. Tenía entonces ciento veintisiete años ella y ciento treinta y siete su esposo. Le llevaba él diez años en edad, como nos lo deja entrever cuando se le prometió el hijo: ¡Mira que si a un viejo como yo de cien años le va a nacer un hijo, y si Sarra de noventa años va a dar a luz! Abrahan  compró un campo y enterró en él a su esposa. Y entonces fué, según la narración de San Esteban, cuando se estableció en aquella tierra, pues comenzó a poseerla en herencia. Esto fue después de la muerte de su padre, que, según deducciones, murió dos años antes".


Libro XVI, Capítulo XXXII, La Ciudad de Dios, San Agustín.


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