lunes, 10 de junio de 2024

VATICINIOS DE AGEO, DE ZACARÍAS Y DE MALAQUÍAS - La Ciudad de Dios

Aún quedan tres profetas menores que profetizaron al fin de la cautividad, y son Ageo, Zacarías y Malaquías. Ageo predijo a Cristo y a la Iglesia, breve, pero claramente, en estos términos: Esto dice el Señor de los ejércitos: Todavía un poco de tiempo, y yo pondré en movimiento el cielo y la tierra, el mar y los continentes. Pondré en movimiento todas las naciones y vendrá el Deseado de todas las gentes. Esta profecía está ya en parte cumplida, y en parte esperamos que se cumplirá al fin. 

Conmovió ya el cielo con el testimonio de los ángeles y de las estrellas en su encarnación. Movilizó la tierra con el inmenso milagro de su nacimiento de una virgen. Movió el mar y los continentes cuando Cristo fue anunciado en las islas y en el orbe entero. Así vemos que todas las gentes están abocadas a la fe. Esto que sigue: Y vendrá el Deseado de. todas las gentes, debe entenderse de su segunda venida,  porque para ser deseado por los que le esperan convino que fuera antes amado por los creyentes.

Zacarías habla así de Cristo y de la Iglesia: Regocíjate sobremanera, hija de Sión, y salta de júbilo, hija de Jerusalén, porque he aquí que vendrá a ti tu Rey, el justo y el Salvador; vendrá pobre y montado sobre una asna y su pollino. Y dominará desde un mar a otro, y desde los ríos hasta los confines de la tierra. El Evangelio nos enseña en qué ocasión se sirvió Cristo de esta cabalgadura, y hace mención, en parte, de esta profecía. En otro pasaje, el profeta, dirigiéndose al mismo Cristo y hablando de la remisión de los pecados que había de obrar su sangre, dice: Y tú por la sangre de tu testamento hiciste salir a los tuyos, que se hallaban cautivos, de la cisterna sin agua. La regla de fe nos da libertad para interpretar esa cisterna de diversas maneras . A mi juicio, la mejor significación de esa palabra es la profundidad seca y estéril de la miseria humana en la que no corren los ríos de la justicia, sino el fango de la iniquidad. De ella se dice en un salmo: Y me sacó de la cisterna de mi miseria, y del lodo de la tierra. 

Malaquías, anunciando la Iglesia, que vemos propagada por Cristo, dice claramente a los judíos en persona de Dios:

Mi afecto no va hacia vosotros, dice el Señor de los ejércitos; ni aceptaré de vuestra mano ofrenda alguna. Porque desde levante a poniente es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se sacrificará y se ofrecerá a mi nombre una ofrenda pura, pues es grande mi nombre entre las naciones, dice el Señor. Este sacrificio es el ofrecido por el sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec, que vemos que se ofrece en todo lugar desde oriente a poniente. Y no pueden negar que cesó el sacrificio de los judíos, a quienes dijo: Mi afecto no va ya hacia vosotros ni aceptaré de vuestra mano ofrenda alguna. ¿A qué esperan aún otro Cristo, si esta profecía, que ven cumplida, sólo puede ser cumplida por él ? Y poco después añade él mismo en persona de Dios: Mi alianza en él fué alianza de vida y de paz, y yo le di que me temiera santamente y tuviera respeto a mi nombre. La ley de la verdad regía su boca, anduvo conmigo en paz y convirtió a muchos de sus pecados. Los labios del sacerdote han de ser el depósito de la ciencia, y han de esperar todos la ley de su boca, porque es el ángel del Señor omnipotente. No es extraño que se llame ángel del Señor omnipotente a Jesucristo. Como se le llamó siervo por la forma de siervo que tomó, así se le llama ángel por el Evangelio que anunció a los hombres. Porque Evangelio, traducido a nuestro idioma, es igual a buena nueva, y ángel, a nuncio. Y todavía dice más: He aquí que envío mi ángel, y él oteará el camino ante mí. Y luego vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis, y el ángel del Testamento, a quien deseáis. Vedle; ahí viene, dice el Señor omnipotente. ¿Quién aguantará el día de su llegada? Y ¿quién resistirá su mirada? En este pasaje se anuncia la primera y la segunda venida de Cristo, es a saber: la primera, en estas palabras: Y luego vendrá a su templo, es decir, a su carne, de la que dijo en el Evangelio: Destruid este templo, y yo le reedificaré en tres días; y la segunda, en estas otras: Vedle; ahí viene, dice el Señor omnipotente. ¿Quién aguantará el día de su llegada? Y ¿quién resistirá su mirada? Estas expresiones: El Señor, a quien vosotros buscáis, y el ángel del Testamento, a quien deseáis, significan a los judíos, que buscan y desean a Cristo a tenor de las Escrituras que leen. Pero muchos de ellos no han conocido que el Mesías que deseaban y buscaban ya ha venido, porque sus merecimientos anteriores cegaron sus corazones. El Testamento a que aludió antes cuando dijo: Mi Testamento se pactó con él, o aquí al nombrar al ángel del Testamento, es, sin duda alguna, el Nuevo Testamento, en el que se han prometido bienes eternos, no el Viejo, en el que se prometieron temporales. Muchos débiles en la fe, teniendo en gran estima estos últimos bienes y sirviendo al Dios verdadero por ese premio, se turban al ver que también los impíos nadan y sobrenadan entre ellos. Por este motivo, el mismo profeta, para distinguir la felicidad eterna del Nuevo Testamento, que sólo se da a los buenos, de la felicidad terrena del Viejo, que se da con cierta frecuencia a los malos, dice: Tomaron cuerpo vuestras palabras contra mí, dice el Señor, y dijisteis: ¿En qué te hemos difamado? Habéis dicho: Es vano todo aquel que sirve a Dios. Y ¿qué nos viene a nosotros de haber guardado tus mandamientos y de haber andado en oración delante del Señoromnipotente? Ahora nosotros beatificamos a los extraños y se renuevan los obradores del mal, y los que han ido contra Dios también se salvan. Esto hablaron entre sí los que temían a Dios. Y Dios estuvo atento y escuchó y escribió ante él un libro de memoria a los que temen al Señor y reverencian su nombre. Este libro es figura del Nuevo Testamento. Por fin, escuchemos lo que sigue: Y ellos serán mi heredad, dice el Señor omnipotente, el día que yo me ponga a obrar, y yo los elegiré como el padre elige al hijo obediente. Y vosotros mudaréis de. parecer, y notaréis la diferencia que hay entre el justo y el injusto, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. Porque he aquí que llega el día encendido como un horno ardiendo y los abrasará. Todos los extranjeros y todos los pecadores serán como estopa, y ese día que se aproxima los quemará, dice el Señor omnipotente, y no quedará de ellos ni ramas ni raíces. Y a vosotros los que teméis mi nombre os nacerá el sol de justicia, que trae la salvación a la sombra de sus alas. Saldréis fuera y saltaréis de gozo como novillos sueltos. Hollaréis a los pecadores y serán polvo bajo vuestros pies el día en que yo obrare, dice el Señor omnipotente. Este día es el día del juicio. De él, si Dios quiere, hablaremos más ampliamente en su lugar.


Libro XVIII, capítulo XXXV, La Ciudad de Dios, San Agustín.

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