Toda mi esperanza no estriba sino en tu muy grande misericordia. Da lo que mandas y manda lo que quieras". Nos mandas que seamos continentes. Y como yo supiese—dice uno— que ninguno puede ser continente si Dios no se lo da, entendí que también esto mismo era parte de la sabiduría, conocer de quién es este don.
Por la continencia, en efecto, somos juntado y reducidos a la unidad, de la que nos habíamos apartado, derramándonos en muchas cosas. Porque menos te ama quien ama algo contigo y no lo ama por Ti.
¡Oh amor que siempre ardes y nunca te extingues! Caridad, Dios mío, enciéndeme. ¿Mandas la continencia? Da lo que mandas y manda lo que quieras.
Libro X, Capítulo XXIX, Confesiones, San Agustín.